Por Pedro Martínez Coronilla
El 2° Festival Internacional «Las culturas del mundo», que se llevará a cabo en el majestuoso Teatro «Aquiles Córdova Morán» de Tecomatlán, Puebla, es mucho más que un evento artístico. Es un símbolo de resistencia, un testimonio de la capacidad del pueblo organizado para trascender las adversidades y un recordatorio de que la cultura es un puente indestructible entre naciones.
Este festival, organizado por el Movimiento Antorchista Nacional y el Consejo Internacional de Organizaciones de Festivales de Folclor y de las Artes Tradicionales (CIOFF), no solo celebra la diversidad cultural de países como Colombia, Polonia, Rumanía, Costa Rica y México, sino que también reafirma el poder transformador del arte y la organización social.
En un mundo cada vez más fragmentado por conflictos políticos y sociales, eventos como este festival demuestran que la cultura puede unir lo que la política divide. Las delegaciones artísticas que son participes desde el Ballet y el Mariachi Nacional de Antorcha hasta los grupos folclóricos de Rumania y Polonia, no solo representan danzas y música tradicional, sino que también tejerán lazos de hermandad entre culturas aparentemente distantes, el arte trasciende fronteras y crea comunidades donde antes solo había diferencias.
El Teatro «Aquiles Córdova Morán», con capacidad para más de 2,500 personas y acceso gratuito, es un ejemplo de cómo el Movimiento Antorchista ha trabajado para democratizar la cultura. Mientras muchos gobiernos recortan presupuestos para las artes, Antorcha construye espacios donde el pueblo puede acceder a espectáculos de talla internacional sin barreras económicas. Esto no es un detalle menor en un país donde la cultura sigue siendo un privilegio para unos pocos.
El término «la antorcha mundial», usado de manera despectiva por el expresidente Andrés Manuel López Obrador en 2018, ha adquirido un significado irónico con el tiempo. Lo que buscaba ser una burla hacia el Movimiento Antorchista se ha convertido en una realidad innegable.
Antorcha no solo ha sobrevivido a los ataques políticos, sino que ha crecido en influencia y alcance. Sus lazos internacionales, con el ejemplo de este festival, su trabajo educativo y cultural, y su capacidad para movilizar a miles de personas, demuestran que su modelo de organización es efectivo y necesario.
El expresidente y su gobierno buscaron desacreditar a las organizaciones sociales, presentándolas como intermediarios innecesarios. Sin embargo, la realidad ha demostrado lo contrario: en ausencia de políticas públicas efectivas, son estas organizaciones las que llenan los vacíos.
Antorcha, lejos de ser un intermediario, es un facilitador de oportunidades para quienes han sido olvidados por el Estado. Desde la construcción de infraestructura cultural hasta la promoción del deporte y la educación, su labor es tangible y transformadora.
Mientras el festival de folclor celebra la riqueza cultural, también pone en evidencia las carencias de un gobierno que prometió cambios profundos y ha fallado en cumplirlos. Morena llegó al poder con la promesa de poner «al pueblo primero», pero seis años después, los problemas estructurales persisten: inseguridad, falta de infraestructura educativa y médica, y una creciente desconexión entre los gobernantes y las necesidades reales de la gente.
Ante esta realidad, la organización popular no es una opción, sino una necesidad. El Movimiento Antorchista ha demostrado que, cuando el pueblo se une y trabaja de manera coordinada, puede lograr lo que los gobiernos no han podido o no han querido hacer.
Sus escuelas, sus grupos culturales, sus proyectos de infraestructura y su participación en eventos internacionales son prueba de que otro México es posible, pero solo si los ciudadanos toman las riendas de su propio destino.
El 2° Festival Internacional «Las culturas del mundo» es, en esencia, un acto de resistencia. Resistencia contra el olvido, contra la marginación y contra los intentos de silenciar a las organizaciones que trabajan desde las bases. Es también una invitación a reflexionar sobre el poder del arte para transformar sociedades y sobre la importancia de defender los espacios culturales como bienes comunes.
El Teatro «Aquiles Córdova Morán», ubicado en Tecomatlán, cuna del Movimiento Antorchista, no es solo un escenario, sino un símbolo de lo que el pueblo puede lograr cuando se organiza. Mientras los gobiernos pasan y sus promesas se desvanecen, el trabajo de organizaciones como Antorcha perdura, porque está arraigado en las necesidades y sueños de la gente.
Señor expresidente, la antorcha es mundial, pero no por su tamaño, sino por su capacidad de iluminar los rincones donde el poder ha preferido dejar en la oscuridad. Y mientras haya pueblos dispuestos a bailar al ritmo de «Cielito Lindo» junto a colombianos, rumanos o polacos, habrá esperanza de que un mundo mejor no solo es posible, sino que ya se está construyendo desde abajo.