#Opinión // Las nuevas amenazas del imperio y la memoria histórica

agosto 9, 2025
Por Euribiades García 
En el Ulises Criollo, su autobiográfica novelada dice José Vasconcelos: “… Fue un extraño amanecer. Desde nuestras camas a través de la ventana abierta, vimos sobre una ondulación del terreno próximo un grupo extranjero de uniforme azul claro. Sobre la tienda que levantaron flotaba la bandera de las barras y las estrellas. De sus pliegues fluía un propósito hostil. Vagamente supe que los recién llegados pertenecían a la comisión norteamericana de límites. Habían decidido que nuestro campamento con su noria caían bajo la jurisdicción yanqui, y nos echaban… perdíamos las casas, los cercados. Era forzoso buscar dónde establecernos, fundar un pueblo nuevo…”. Si tomamos en cuenta que Vasconcelos nació en 1882, su recuerdo debe de ubicarse por 1887.
Pero no era la primera vez que los norteamericanos se hacían con parte de nuestro territorio,  de las tierras de México propiedad exclusiva de los mexicanos, así nomás por sus puras pistolas, pues ya se sabe que más de medio país se engulleron muy a su sabor después de los tratados impuestos al gobierno de México, tanto el de Guadalupe Hidalgo en el que se “cedió”, voluntariamente a fuerza el 55% del territorio nacional mexicano en 1848 que nos costó más de 2.3 millones de Kilómetros cuadrados, como en el de “La Mesilla” de 1853 con el que México cedió  una “pequeña porción adicional” de territorio en lo que hoy es Arizona y Nuevo México.
  Un pasaje de la Nueva Historia General de México, editada por El Colegio de México ilustra con claridad hechos que ningún mexicano, nunca, debe pasar por alto, y que en los tiempos que corren los debe tener frescos en la memoria para hacer lo que corresponde y lo que a sus muy patrióticos intereses conviene: “Washington se dispuso a preparar la guerra, mientras el expansionismo se convertía en una fiebre que racionalizaba la ambición de tierras de California y Oregon en una doctrina que, en 1845, John L. Sullivan bautizó como “Destino Manifiesto”: cualquier pueblo podía establecer su autogobierno, solicitar su admisión y ser aceptado en la Unión, aunque algunos pueblos tendrían que ser educados para vivir en libertad. Este movimiento se convirtió en útil instrumento para los políticos. Así, el presidente Tyler promovió la anexión de Texas, y en 1844 el candidato demócrata James, Polk utilizó como slogan la campaña “reocupar” Oregon y “re anexar” Texas” … “La elección de Polk provocó que la guerra fuera inevitable, ya que estaba dispuesto a todo para llegar al Pacífico”.
Es ilustrativo, por otro lado, lo que señala de la situación en nuestro país, porque además de revelador es, con mucho, aleccionador, veamos: “La situación mexicana era desesperada. La asimetría entre los dos países era total. México contaba con 7. 500, 000 habitantes, y se enfrentaba a un dinámico EE. UU con casi 20 millones y una economía en expansión. Sin recursos, sin cohesión, sin aliados, y con un ejército sujeto a grandes carencias”.
Si tomamos en cuenta tanto la realidad histórica que ha hecho posible el crecimiento económico de nuestro poderoso vecino del norte, a costa de la perdida en todos los órdenes de recursos, territorios, mercados, etc., de los países más débiles de la tierra, y la situación desesperada en que se encuentra ante la formidable competencia de la economía socialista de China, que no sólo se ha convertido en la fábrica del mundo, y en la vanguardia tecnológica e industrial, ganándole en buena lid el lugar preponderante, sino además en el ejemplo vivo de que la economía puede y debe servir a la sociedad repartiendo la riqueza y los satisfactores materiales de las necesidades humanas para todos de manera equitativa, en vez de concentrarla en tan pocas manos como el 0,01% como lo reconoce el premio nobel de economía 2011 el norteamericano Joseph, Stiglitz en su libro la Gran Brecha, y que es lo que, seguramente, más preocupa a las élites del imperialismo mundial, pues pudiera cundir el ejemplo por todo el orbe.
Por eso los mexicanos, desde mi punto de vista, no debemos tomar a la ligera, ni hacer oídos sordos a las actuales amenazas sobre nuestro territorio y nuestra soberanía lanzadas por los gobernantes yanquis. Y no debemos, jamás, perder nuestra memoria histórica. No queda de otra: Unión, Fraternidad y Lucha