Por Pedro Martínez Coronilla
Después de la heroica defensa y caída de México-Tenochtitlan en 1521 por las tropas de Hernán Cortés, se creó la ilusión de que los españoles eran mejores guerreros. Sin embargo, aquella subyugación no resultó ser sino el preludio de la pugna contra indígenas más prolongada en la historia de Norteamérica: la Guerra Chichimeca. Así inicia la presentación de la obra de Philip W. Powell que investiga a fondo el violento episodio que se extendió de 1550 a 1600 y en el que la astucia política de los españoles no fue suficiente para someter a las tribus nómadas del norte…
El sueño de encontrar grandes riquezas seguía obsesionando a exploradores y conquistadores, moviéndolos a emprender audaces intentos de expansión más allá de la tierra arrebatada en las primeras victorias.
A fines del año 1546 una pequeña banda de soldados españoles y aliados, acompañados por unos cuantos frailes franciscanos, descubrió toda una cordillera que contenía plata, muchas leguas al norte y al oeste de la gran Ciudad de México. El lugar de descubrimiento fue llamado Zacatecas. Mas tarde explotan también la zona de Fresnillo (después de casi 500 años, la extracción de plata en la actualidad sigue siendo el más alto a nivel mundial).
Los aguerridos indígenas nómadas de esa nueva frontera opusieron una enconada resistencia al avance de los pueblos cristianos y sedentarios que llegaban del sur. Por la misma razón, los nuevos poblados a veces se convirtieron en pueblos fantasmas; el comercio y los desplazamientos fueron severamente limitados. Las tácticas bélicas de aquellos guerreros del norte que defendían sus territorios de caza y recolección eran tan eficaces y devastadoras que obligaron a los jefes militares, políticos y religiosos españoles a hacer frecuentes pausas y a enfrentarse a muchos problemas de la guerra y de la paz que no habían conocido los conquistadores de antaño.
La Gran Chichimeca, se componía de varias tribus del norte, de las cuales a los grupos más numerosos se les denominó “naciones”. En la tierra de guerra del siglo XVl cuatro de tales naciones indias ocuparon la atención principal de los españoles; cada una abarcaba muchos pequeños grupos de tribus y rancherías, que también recibieron nombres más específicos. los Tepehuanos, los Tepeques, Cazcanes, Tecuexes, entre otros. Pero las cuatro naciones principales fueron los Pames, los Guamares, los Zacatecos y los Guachichiles. Los Guachichiles, que ocupaban el territorio más extenso, que abarcaba desde San Luis Potosí hasta Saltillo, eran considerados por los escritores españoles de aquellos días de ser los más feroces, los más valientes y los más escurridizos, de todos los Chichimecas.
Los Zacatecos, se extendían hasta los límites con los Tepehuanos cerca de Durango; merodeaban, por el norte, hasta Cuencamé y Parras, donde estaban en contacto con las tribus laguneras. También habitaron en el valle de Jerez y Nombre de Dios. Eran de los más valerosos y aguerridos Chichimecas.
El arma principal del guerrero Chichimeca era el arco y la flecha, y su habilidad con ellos fue causa de admiración entre los españoles. Por una parte, el guerrero nómada podía soltar sus flechas con mayor rapidez que el español manipular su arcabuz o ballesta; asimismo, la capacidad destructiva de las armas españolas se veía menoscabada por lo súbito del ataque Chichimeca a corta distancia. Desde luego las armas de los españoles eran más mortíferas en los ataques iniciados por ellos mismos; pero durante la mayor parte del medio siglo de conflicto la guerra consistió en defensa española contra ataque Chichimeca.
Los Tepehuanos (Tepehuanes), ocuparon las zonas templadas de la sierra Madre Occidental, principalmente en lo que hoy son los municipios de Tepehuanes y Santiago Papasquiaro, Durango, y la región suroeste de Chihuahua; es posible que se hubiesen extendido hasta las inmediaciones de la región lagunera, en el actual estado de Coahuila.
El 8 de julio de 1563, Francisco de Ibarra y su pequeño ejército, fundaron la Villa de Durango, en el Valle del Guadiana.
El 16 de noviembre de 1616, todos los pueblos Tepehuanos se levantaron en armas, asaltaron Santiago Papasquiaro, Santa Catalina y El Zape, ejecutando a los españoles. Después de atacar el Real de Topias, lograron la colaboración de los Xiximes, Acaxeés y Tarahumaras. Al año siguiente, 25 mil indígenas marcharon sobre Durango, pero fueron derrotados por el gobernador de Nueva Vizcaya, Gaspar de Alboar. Poco después, éste organizó una columna de 600 españoles quienes en 1617 asesinaron a cerca de 15 mil indígenas. Aunque con una fuerza ya muy menguada, volvieron a levantarse en armas en 1635 y tras una nueva derrota se sumaron a las insurrecciones Tarahumaras de 1639, 1684 y 1690, entre otras. Durante el medio siglo en que florecieron las misiones jesuitas, (1707-67), los Tepehuanos vivieron concentrados en pequeños pueblos, con lo cual perdieron gran parte de sus costumbres, pero todavía intentaron resistirse a la dominación occidental. Hacia 1808 las autoridades españolas descubrieron una conspiración encabezada por el gobernador de la región (¿gobernador tradicional?) José Domingo de la Cruz Valdés, pero ni así pudieron evitar que dos años después, los Tepehuanos se levantarán en armas adheridos a la insurrección independentista de Miguel Hidalgo.
El desarrollo tecnológico de los españoles condeno a la derrota de los pueblos indígenas del norte del país fueron asimilados por la nueva cultura y los pueblos que aun subsisten siguen sufriendo el saqueo de los recursos naturales, sumidos en la pobreza y sin oportunidades de progreso.
La superación de la pobreza en México no es la de estar esperando migajas del gobierno que siempre han estado a favor de los poderosos, el futuro de los más desfavorecidos en México se construye con la fuerza organizada de los trabajadores del campo y de la ciudad.