Ing. Ramón Rosales Córdova
Recientemente se suscitó un lamentable “accidente” carretero donde intervino una unidad de carga, un autotanque, pesada unidad que transportaba 49,500 litros de gas LP, pipa que explotó en Iztapalapa. El reciente miércoles 10 de septiembre, una tragedia sacudió la alcaldía Iztapalapa, en la Ciudad de México, cuando una pipa de gas LP volcó y se incendió cerca del Puente de la Concordia.
Este volumen de gas que se escapó fue responsable de la explosión que ocurrió como ya se dijo cerca del Puente de la Concordia, afectando a decenas de vehículos y personas en la zona.
“Hasta el momento el siniestro ha dejado 17 muertos; 35 hospitalizadas y 30 dadas de alta; además, la Fiscalía de la Ciudad de México informó que el accidente se debió una ruptura en el casquete del tanque de gas tras un choque con un objeto sólido mientras circulaba.” Infobae
La empresa propietaria de la pipa, Transportadora SILZA, ha asumido la responsabilidad del accidente y está activando protocolos de verificación de información para asegurar la veracidad de los reportes sobre la situación. Hasta aquí todo bien, la solidaridad ante la tragedia por parte de la comunidad, de la empresa y del gobierno no se pone en tela de juicio. No, solamente que hay hechos que no se pueden revertir como la muerte lamentable de personas inocentes victimas de dicho suceso y que debiéramos dejar en paz ante el llamado al eterno descanso.
A mi parecer y sin la intención de incomodar a nadie, pienso que la solidaridad y empatía va más allá de ayudar a las víctimas directas de tan atroz y lamentable “accidente”.
Desde los tiempos de la revolución industrial y los primeros vehículos motorizados que comenzaron a funcionar, el transporte en general y el de carga en particular “trasiego de mercancías” tomó una gran importancia para el desarrollo de las sociedades modernas, sobre todo dentro del modelo económico capitalista como hoy lo conocemos. Sin lugar a duda esto trajo grandes avances y crecimiento económico a la vez que generaba mayor conectividad entre las personas y la industria. Por otro lado, surgieron nuevos elementos de riesgo que, lógicamente, antes no existían: los accidentes de tránsito.
Al igual que en otros tantos rubros del modelo productor de riqueza, el sector del transporte tiene altos riesgos específicos que debe enfrentar y afrontar, tanto para la protección de vidas humanas, obviamente asegurar la rentabilidad de la empresa, protegiendo los vehículos y las cargas transportadas. Sin duda las empresas de transporte se ven afectadas con cualquier accidente de tránsito, y sin lugar a duda tienen un efecto negativo sobre el desarrollo estable del negocio, afectando además tanto a la sociedad en su conjunto, como al medio ambiente, y en general la economía de la región y del país entero; ante lo dicho la balanza se inclina a generar plusvalía sin importar las consecuencias que esto acarrea.
Largas jornadas que se vuelven extenuantes, salarios que no alcanzan para una vida digna, falta de tiempo para un esparcimiento sano, además sumémosle inseguridad en las distintas carreteras a lo largo y ancho del país, economía informal en el autotransporte de carga, con bajas tarifas y evasión fiscal, perpetuando un círculo vicioso de bajos ingresos que impide la cobertura de derechos laborales y la inversión en equipos modernos. Unidades obsoletas ante la falta de recursos debido a los bajos ingresos lleva a operar con unidades caducas, lo que aumenta los costos de operación, reduciendo las ganancias, afectando por tanto al operador y a la calidad del servicio.
Son todos esto elementos (males del sistema capitalista) antes dicho en concatenación, inmersos en el modelo capitalista neoliberal los que en buena medida “provocan” estos accidentes fatales y ante la falta de una verdadera regulación por parte del gobierno llámese, federal, estatal o municipal, los empresarios ávidos de ganancia se limitan a eso a generar plusvalía por encima de las vidas humanas.
¿Quién lo dice? Los hechos contantes y sonantes, “accidentes de tráfico”, inseguridad en carreteras, robos, asaltos, salarios miseros, tristemente toda una vida llena de penurias para la clase trabajadora.
El pueblo trabajador debe reflexionar y analizar su situación precaria y buscar solidarizarse como clase trabajadora y darle un vuelco de ciento ochenta grados, para esto se necesita unidad ideológica, organizativa y ponerlo en práctica. Una vanguardia en acción.







