La menor de 13 años que agredió a una madre de familia con un hacha y una navaja había anunciado sus intenciones con días de anticipación en plataformas como TikTok y Tumblr
Delicias, Chih. – El ataque en la Secundaria Técnica 52 de Delicias no solo estremeció a Chihuahua, sino que expuso una realidad que se repite en todo México: la vulnerabilidad de los niños y adolescentes frente a las redes sociales sin la vigilancia de un adulto y sin un sistema de apoyo psicológico sólido.
La menor de 13 años que agredió a una madre de familia con un hacha y una navaja había anunciado sus intenciones con días de anticipación en plataformas como TikTok y Tumblr. Los mensajes estaban ahí, visibles, con etiquetas de comunidades que glorifican la violencia y los tiroteos escolares. Nadie los tomó en serio. Ni la escuela, ni los padres, ni las autoridades.
Lo ocurrido no fue un hecho aislado, sino el reflejo de un sistema que abandona a su juventud. Las señales digitales se confunden con “ocurrencias” y la salud mental sigue relegada al último rincón del presupuesto público. En 2025, la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones sufrió una reducción de recursos, justo cuando las necesidades crecían.
En miles de escuelas mexicanas no hay psicólogos, ni protocolos de detección temprana, ni capacitación docente para atender riesgos emocionales. Los adolescentes navegan solos entre redes que normalizan la violencia, mientras las grandes corporaciones tecnológicas lucran con su atención y el Estado observa desde lejos.
La lógica capitalista convierte el sufrimiento juvenil en negocio: clicks, reproducciones, algoritmos que premian la agresividad y la tragedia. En este modelo, el capital vale más que la vida y la salud de los jóvenes.
El caso de Delicias no solo debería doler, sino también advertir. Es urgente invertir en salud mental escolar, profesionalizar la atención psicológica, regular las plataformas digitales y enseñar a los adultos a leer las señales que los adolescentes envían desde la pantalla.
Porque esas señales estaban ahí. Solo faltó que alguien las quisiera ver.







