Por Noel González Jiménez
Desde que Morena asumió la Presidencia de la República en diciembre de 2018, con Andrés Manuel López Obrador al frente, México ha entrado en una espiral de violencia que rebasa cualquier gravedad histórica anterior. En su sexenio (2018-2024) se reportaron alrededor de 199 619 homicidios dolosos.
Para comparar: en el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012) se documentaron unos 120 463 asesinatos. En el de Enrique Peña Nieto (2012-2018) la cifra asciende a 156 066. Incluso antes, durante el gobierno de Vicente Fox (2000-2006), se registraron aproximadamente 60 280 homicidios.
Estas cifras son alarmantes no sólo por su magnitud sino porque revelan que la estrategia de seguridad del actual gobierno, la célebre consigna de “abrazos, no balazos”, representa uno de los fracasos más grandes de la historia en materia de seguridad ciudadana. Bajo ese lema, la administración optó por una política que privilegia programas sociales, diálogo y “atención a las causas” en lugar del combate frontal al crimen organizado. No era un error menor: ha costado la vida a miles de mexicanos.
Frente a esos números, ¿cómo se entiende entonces que el expresidente y su entorno afirmaran, en su momento, una mejora en la seguridad?
El actual gobierno federal, que encabeza Claudia Sheinbaum, asegura una reducción de homicidios dolosos en torno al 27% entre 2018 y enero de 2025. Pero esas reducciones lejanas no atenúan la percepción, ni la realidad, de que el país se encuentra bajo el dominio de cárteles que no han sido detenidos, y en muchos casos, que encuentran cohabitación o complicidad tácita por parte de las autoridades que rehúsan confrontarlos con decisión.
El resultado es que los grupos criminales se han apoderado de vastos territorios nacionales sin que nadie, o al menos nadie visible, los frene efectivamente. La estrategia de “abrazos, no balazos” implicó un trato menos agresivo frente a las bandas, o al menos eso parece: una política cuya falta de contundencia deja indefensos a ciudadanos, municipios y estados enteros.
Paradójicamente, en este escenario lamentable, el asesinato del presidente municipal de Uruapan, Michoacán, Carlos Manzo, ocurrido el 1 de noviembre de 2025, que no es un hecho aislado, representa el síntoma más crudo de esa realidad. Su muerte no es casualidad: es el resultado directo de la falta de acción, de la necedad de no querer mirar lo que está sucediendo en nuestro país. Municipios convertidos en feudos del crimen impunemente, autoridades inocuas o con mano débil, o ambas.
Es lamentable que, tras ese terrible asesinato, la presidenta Sheinbaum siga refiriéndose a otros datos, que diga que “no es culpa de su gobierno”, que siga culpando abiertamente a los gobiernos que ellos denominan “neoliberales”. Porque la verdad es que la responsabilidad de la seguridad sí es del gobierno de Morena, es del gobierno federal. Son ellos quienes tienen las atribuciones, los recursos, el mando. Y ante las atrocidades que ocurren todos los días, se hacen ciegos, aceptan el statu quo, o se resignan a que la violencia sea la nueva normalidad.
Esta total irresponsabilidad, el no querer combatir a los grupos delictivos de forma frontal, está llevando a la muerte a hombres buenos, a hombres que luchan por la justicia social. En Michoacán, han sido asesinados personas que defendían causas nobles: el cuidador de la mariposa monarca, el líder de los limoneros, y ahora Carlos Manzo. ¿Qué mensaje se le está dando a la ciudadanía? Que quien se atreva a exigir resultados al gobierno, que quien se atreva a movilizarse, a hacer valer su voz, acabará igual. Porque en México ser luchador social o simplemente no ser afín a la ideología morenista, es un delito.
La inseguridad ya es el primer apellido del actual gobierno federal. Y mientras eso siga así, las estadísticas lo confirmarán, pero sobre todo lo vivirán los ciudadanos. No bastan comunicados, no bastan porcentajes tibios. Se requiere voluntad, se requiere estrategia clara, se requiere que el poder público asuma claramente que aquí no se trata de culpar al pasado sino de salvaguardar vidas hoy.
El llamado es para toda la ciudadanía, se debe estar atenta a lo que va a ocurrir, a participar activamente en la lucha por el cambio social que pide a gritos nacer. México necesita corregir el error del 2018 y para ello hay que luchar todos los días, pese a las mentiras y otros datos de la administración federal actual. Porque cada vida cuenta y cada muerto es un recordatorio de que el Estado no puede seguir mirando hacia otro lado.
Todos los mexicanos queremos vivir en paz.







