El capitalismo: nada que ofrecer

julio 17, 2024

Por: Omar Carreón Abud

Como no sea, en palabras de Winston Churchill, “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”, pronunciadas en un discurso ante la Cámara de los Comunes en 1940, cuando ya había comenzado la Segunda Guerra Mundial y los aliados e Inglaterra sufrían una derrota tras otra ante la Alemania nazi, no existe otra opción. La atrevida franqueza con la que el nuevo primer ministro anunciaba el futuro de sus gobernados, hoy se sabe, no era más que un descaro insolente pues, detrás del anuncio de las desgracias, se escondía la complicidad asesina de los países capitalistas europeos y Estados Unidos (EE. UU.) que, durante años, habían estado protegiendo, abasteciendo y azuzando al militarismo alemán. Cuando Winston Churchill anunció los sacrificios que enfrentaba y enfrentaría el pueblo inglés, en efecto, ya eran irremediables, pero no lo habían sido antes de la trama criminal urdida para arrojar al nazismo en contra de la Unión Soviética.

Así también ahora, con cálculo preciso, muy lejos de las casualidades, el capitalismo pretende seguir arrancando tiempo de trabajo no pagado a las inmensas masas de trabajadores del mundo, arrebatándoles sus recursos naturales y convirtiéndolos en consumidores frenéticos de las montañas de mercancías que portan sus ganancias. Eso explica el uso y el abuso del pueblo ucraniano, que es el que llora a sus hijos y en el que más de la mitad vive por debajo del umbral de la pobreza, al que se ha aventado como punta de lanza para destrozar a Rusia y a China, cuyos inmensos recursos quitan el sueño al capital. Así se explica la desgracia humana. Por la vieja y devastadora guerra en la búsqueda y la conservación de la ganancia privada.

Pero basta detenerse un poco y examinar qué tienen en realidad los países capitalistas para ofrecer a las familias del mundo. Las matanzas ya las tenemos a la vista, las entrañas de los países cuyo régimen se anuncia como libre, democrático y feliz, no tanto. Veamos. Japón, estrecho socio y aliado dependiente del capital norteamericano desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en que el régimen asesino se rindió solamente ante EE. UU. en un buque de la marina estadounidense y el General Douglas Mc Arthur, el gobernante de facto, no quiso procesar al emperador Hirohito por crímenes de guerra, ese modelo mundial de capitalismo exitoso está en graves apuros. El Producto Interno Bruto (PIB) de Japón se contrajo 2.9 por ciento anualizado de enero a marzo de este año y el PIB del periodo octubre-diciembre del año pasado reportó un crecimiento anualizado real de solamente 0.1 por ciento, mientras que el del periodo julio-septiembre del año pasado arrojó un descenso anualizado de cuatro por ciento. Japón, la tercera potencia económica del mundo, se encoge.

El Reino Unido. Su economía se contrajo en el cuarto trimestre del año pasado por segundo periodo consecutivo. Más precisamente, el PIB británico cayó un 0.3 por ciento en el cuarto trimestre del año pasado; después de haber descendido 0.1 por ciento en el tercer trimestre, el país ha entrado en recesión. La pérfida Albión, la arrogante, la que todavía se enorgullece de poseer y exhibir a una capa parásita, la realeza y sus paniaguados, que sólo se ocupa de hacer presencia en eventos diversos, ya cambió de partido en el poder, el gran desgaste del partido conservador impedía la manipulación y la conservación de la ganancia y tuvo que entrar al relevo el partido laborista. El pitcher saliente deja el partido perdido.

Francia, la tierra de la revolución libertaria de 1789, en realidad, la patria que, en segundo turno, vio tomar el poder político a la burguesía. Muy recordada ya como imperialista por los habitantes de Argelia, Guinea, Níger y otras víctimas, Francia es ahora la tierra del presidente que dice que va a mandar a los hijos de sus gobernados a morirse a Ucrania y no goza tampoco de cabal salud. Tomo algunos datos publicados por Thierry Meyssan, hombre muy bien informado y amigo de la causa de los pueblos: a fines de 2023, la deuda pública francesa ya era de 110.6 por ciento del PIB; la venta ilegal de drogas ha alcanzado un papel económico tan importante (unos tres mil millones de euros) que ahora se incluye en el cálculo del PIB; y las desigualdades sociales son tan grandes que, mientras que cerca de tres millones de franceses, un 4.25 por ciento de la población, concentra el 48 por ciento de la riqueza nacional, un 33 por ciento de los franceses tiene que sobrevivir con menos de 100 euros después del décimo día del mes.

UU. guarda en sus democráticas y justicieras entrañas, dolorosos abusos contra los niños. Paso a creer que la publicidad a los abusos sexuales contra los menores sirve sólo para ocultar otra realidad igualmente nefasta pero más lucrativa.La industria de la comida rápida está provocando un aumento de las violaciones del trabajo infantil en todo EE. UU., especialmente en empresas con franquicias como McDonald’s, Sonic y Chick-fil-A… las empresas de comida rápida han programado ilegalmente a miles de adolescentes para trabajar hasta tarde y largas horas y para operar equipos de cocina peligrosos… en algunos casos, las empresas han contratado a niños de 13 años o menos, violando leyes de la década de 1930 diseñadas para proteger su seguridad y sus oportunidades educativas… en general, las violaciones en materia de trabajo infantil se han más que triplicado en los últimos 10 años y las violaciones en el servicio de alimentos casi se han multiplicado por seis” (Washington Post, 14 de enero de 2024).

El emblemático país capitalista llena los titulares de los medios de comunicación con reportes que no dejan de asemejarse a una comedia. La prodigiosa democracia norteamericana hace el ridículo. Se discute ante el mundo si uno de los candidatos cometió delitos al hacerle pagos a una artista de películas pornográficas con el fin de que no divulgara sus relaciones extramaritales y debe ser castigado con cárcel; y también se polemiza acerca de si el otro fuerte candidato, presidente en funciones, tiene demencia senil o está apto para gobernar y mantener y aumentar el dominio sobre buena parte del mundo.

A Joseph Robinett Biden Jr., que no Joe Biden, como lo ha instigado la prensa atlantista para sugerir afecto, consideración y confianza, se le ha visto en grabaciones de actos públicos desorientado, con la mirada perdida, sin saber cómo comportarse ni a dónde dirigirse y se le han escuchado numerosos y divertidos lapsus linguae en los que confunde personas y países o alteran y hacen incomprensible el hilo de su discurso. Salvo su mejor opinión, amigo lector, yo digo que esto es degradación institucional y ¿no es la degradación institucional una expresión del agotamiento histórico de un modo de producción?

En un informe reciente del banco Credit Suisse, se dice que el 1.1 por ciento de la población mundial concentra el 45.8 por ciento de la riqueza de las familias de todo el mundo y, según la ONU, el mundo tiene hoy 165 millones más de personas pobres que hace tres años y, de ellos, 75 millones se encuentran en extrema pobreza. Un sistema completamente injusto y aborrecible. Hay más. Ante la insistencia de que abandone la campaña por la presidencia, incluso por parte de algunos miembros de su propio partido, Joseph R. Biden, dijo: “Si el Señor Todopoderoso viniera y dijera: ‘Joe, sal de la carrera’, yo me retiraría de la carrera… pero el Señor Todopoderoso no va a venir”. Se lo dijo a George Stephanopoulos de la cadena ABC y se quedó tan fresco como una lechuga.

O sea que la cuestión del poder es decisión de Dios. Nadie debe olvidar ni pasar por alto que los más sanguinarios emperadores y reyes aseguraban que estaban más allá del bien y del mal y que gozaban del privilegio del poder por designio divino. No se dijo ahora “si el pueblo me favorece con su voto”, ni siquiera como lapsus linguae, esta vez estuvo más claro que el agua. Dios decide. Todo eso y más horrores ofrece cínicamente el capital. Mejor organícese pronto y luche con energía. No hay otra alternativa.